Por: Laura Salamanca
Las montañas y riscos silban con naturalidad al paso del montaraz, pero callan ante la precaria marcha de aquellos extraños que temen cada rescoldo de sus frondosas faldas, sumiéndolos en un silencio que devora la cordura de hombres y mujeres de pieles curtidas y manos encallecidas.
Los árboles y bejucos se revelan transparentes y amables a aquellos que sobre sus raíces fueron criados; aquellos que desde sutes entienden los límites entre lo prestado por la tierra, y los dominios de fuerzas más sabias que entre ellos son lo más ilustrado.
Las aves vigilan y endulzan la labor de aquellos que silenciosos, memorizan y acompañan su canto, pero callan recelosas ante la pesada respiración de quienes con malicia observan sus nidos y colores.
El agua corre apacible entre aquellos güargüeros que custodian sus secretos y respetan sus silencios, pero esta se ennegrece y se encabrita, sobre los cuerpos de quienes pretenden enchiquerarla, aprisionarla y llamarla su propiedad.
La memoria de los viejos en el monte y su brisa impresa, esa es nuestra lengua; la mismita con la que los antiguos aprendieron a honrar y a estimar las fuerzas del día y la noche; un preciado tesoro moldeado por el tiempo, pero que entre sus raíces mantiene viva la sangre de aquellos que durante siglos contemplaron deleitados el ímpetu del mundo, pues entendieron que nuestros huesos y carne no son más que pequeñas partes de la misma tierra, y que en cada fibra entretejida llevamos escrita esa memoria colectiva.
La lengua de nuestros taitas y mamas, la de nuestros viejos, es un tímido y celoso entramado que nos hace posible llamar hogar, a este terruño en que ´tamos senta´os, a la sombrita pa´meter la cabeza cuando el sol pica o cuando llueve, truena y relampaguea.
*Autor: @dax_hadley
Técnica: Puntillismo con incorporación de léxico en lengua muysca de Bogotá.
**Gómez Aldana D. F. Diccionario muysca - español. Publicación digital en muysca.cubun.org/Categoría:Diccionario.
Comments