Hoy queremos reivindicar y dar valor a la memoria; a esa lucha y resistencia de los pueblos y comunidades diversas de Cundinamarca y Boyacá. Mucho más allá de celebrar un Día de la Raza, festividad originada e influenciada por discursos hegemónicos, racistas, coloniales y occidentales, consideramos necesario retomar, salvaguardar y difundir la historia propia, sea individual, familiar o colectiva, pieza clave en la construcción de soberanía e identidad.
Por Diego Pinilla y Manuel Gómez Aguaquiña
La región cundiboyacense es un territorio vivo y sagrado; entraña una enorme diversidad humana, lingüística, étnica y cultural. Por entre sus páramos, valles, altiplanos, desiertos o selvas han surgido y prosperado pueblos indígenas como los Muiscas, Panches, Muzo-Colimas, Uwas, Teguas, Sutagaos, Laches, entre otros; sin olvidar tampoco la integración con comunidades afro y romaní. Cada sociedad habla y permanece viva no solo en un territorio, sino también en sus gentes, en sus antiguos y en sus descendientes; bien tejida y enraizada en sus narraciones, tradiciones, y memorias. Allí subyace la diversidad y esa necesaria chispa para combatir.
Hoy queremos reivindicar y dar valor a la memoria; a esa lucha y resistencia de los pueblos y comunidades diversas de Cundinamarca y Boyacá. Mucho más allá de celebrar un Día de la Raza, festividad originada e influenciada por discursos hegemónicos, racistas, coloniales y occidentales, consideramos necesario retomar, salvaguardar y difundir la historia propia, sea individual, familiar o colectiva, pieza clave en la construcción de soberanía e identidad. Esta historia propia, cuyo medio tradicional de transmisión ha sido la oralidad, muchas veces ha permanecido minorizada, oculta y ensombrecida ante aquella de carácter ¨oficial¨, que las instituciones, la escuela, el estado y sectores mayoritarios han intentado establecer como única opción. La homogeneidad no ha sido en el pasado, ni mucho menos en la actualidad, un común denominador del enorme tejido que compone a Cundinamarca y Boyacá.
Los guardianes de aquellos saberes originarios, muchos de ellos vulnerables o al borde ya de desaparecer, han sido los mayores, abuelos y abuelas, campesinos y campesinas labradores de historias, cuyos orígenes dicen mucho más que un trabajo por la tierra. En quienes viven y hasta dan sus vidas por esta región, hay en el fondo un origen étnico históricamente invisibilizado, que con el tiempo ha sido matizado con el concepto socioeconómico de ¨campesino¨, que no por ello vale más o vale menos. Este origen étnico, que vale la pena autorreconocer y sentipensar, vuelve a traer de nuevo y a discusión al pueblo Muisca, Panche, Muzo-Colima, Uwa, Tegua, Sutagao, entre otros tantos que no se han extinguido de nuestros recuerdos, por más que la iglesia, el estado o la academia pretendan lograrlo.
Volver de nuevo a sí mismos y a las narrativas que alimentan nuestra identidad, implica sin duda alguna valorar, investigar y reflexionar sobre nuestros usos, palabras, costumbres, y formas de ser-hacer. Al final, podríamos conquistar de nuevo aquella libertad de autodeterminación, pensamiento, organización y derecho a nunca olvidar, que durante siglos muchos actores pretendían habernos quitado.
* En lengua muisca (muysccubun) de Bogotá.
Fotografías:
Foto 1. Indio negociante de huevos de Chocontá (Cund.). 1868. De la colección Alphons Stubel. Por: Demeterio Paredes
Foto 2. Indios leñadores de Suba (Cund.). 1868. De la colección Alphons Stubel. Por: Demeterio Paredes.
Foto 3. Indios negociantes de cabuya (fique) de Choachí (Cund.).1868. De la colección Alphons Stubel. Por: Demeterio Paredes.
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