Hoy 21 de febrero, motivados por la conmemoración del Día Internacional de la Lengua Materna y del Día Nacional de las Lenguas Nativas en Colombia, Cosmogonías desea invitarlos a reflexionar, problematizar y visibilizar, la diversidad lingüística y cultural que hay en todo el territorio colombiano, al igual que las dificultades y problemáticas por las que atraviesan sus hablantes, y que permanece aún vigente gracias a cientos de mayores y comunidades que se resisten a ser olvidadas. Somos palabra y memoria viva de aquellos primeros antiguos que caminaron el territorio.
Por: Manuel Gómez Aguaquiña
Sus ojos se apagan, su corazón se despide con un latido, y se escapa en su respiración un último suspiro. Este ser que ahora descansa, fue un abuelo o abuela en cualquier parte del mundo, pero no un abuelo o abuela cualquiera. Aquel mayor pudo haber sido el último hablante de su lengua y representante de su cultura, un escenario que no es irreal y de hecho es más cotidiano de lo que se piensa en numerosos pueblos originarios alrededor del mundo.
Cuando una lengua muere, es posible hallar su huella y la cultura de sus hablantes si ésta fue documentada, pero si no, ésta desaparece en el más absoluto anonimato, junto con el profundo y diverso acervo de los individuos y comunidades en las que ella gozó de vida. Cuando una lengua muere, su ausencia empobrece a la diversidad y al conocimiento humano sobre el mundo y sobre sí; desaparecen formas ancestrales de comprender el territorio, de usar las plantas e interactuar con los animales; se desvanecen lógicas variadas de expresar pensamientos, ideas, conceptos o sentimientos, e incluso historias colectivas, familiares o propias quedan sin guardianes en los cuales ser preservadas.
En el actual contexto colombiano, y con un enorme territorio biodiverso tanto en flora como en fauna, la diversidad humana, cultural y lingüística es igualmente equiparable. Sin embargo, cuando nos remontamos a las ventanas que la historia documental o de las comunidades nos ofrecen hacia el pasado, es sorprendente evidenciar cómo a lo largo de siglos de conquista, violencia, colonia, adoctrinamiento y homogeneización, han desaparecido decenas de pueblos, culturas y lenguas indígenas; muchas de ellas al parecer, ni siquiera merecieron un testimonio digno o extenso de su presencia y resistencia. Y aunque hoy en día se hablan en Colombia alrededor de 65 lenguas indígenas, aparte del español, dos lenguas criollas, el romaní y la lengua de señas colombiana, cuando estas son ubicadas en un mapa, dan vista de enormes espacios vacíos en la costa norte y en el centro sur, centro oriente y centro occidente del país ¿Qué sucedió en aquellos territorios? ¿Qué fue de sus pueblos, culturas y lenguas?
Ante este panorama tan problemático y poco alentador ¿Qué puede hacerse para proteger a las lenguas indígenas y a sus hablantes? ¿Cómo se protege una lengua y su cultura?. Actualmente la legislación colombiana cuenta con algunas normatividades que buscan salvaguardar la diversidad cultural y lingüística del país, por ejemplo de allí se desprenden los artículos 7, 8, 9 y 10 de la Constitución de 1991; los artículos 4, 5 y 28 de la Ley 21 de 1991; la Ley 1185 de 2008; la Ley de Patrimonio y más recientemente la Ley 1381 de 2010, más conocida como la Ley de Lenguas Nativas, entre otras iniciativas de carácter regional y local. Por otro lado, y considerando ya estos referentes legislativos como de larga data ¿Habrán generado ya un impacto tangible en el beneficio de las lenguas nativas, sus comunidades y culturas? ¿El Estado ha ejercido con eficacia y diligencia su papel como garante y promotor de acciones educativas, políticas, económicas y sociales al respecto?. Por ahora es difícil esbozar o definir unas respuestas concluyentes, sin embargo la experiencia de las comunidades y otros diversos procesos de tipo social o popular, han demostrado con el tiempo que más allá de la legislación, el Estado o sus instituciones, son ellos mismos los más idóneos para salvaguardar, investigar y promover su patrimonio e identidad.
Un paso indispensable dentro de ese largo, pero determinante camino por resguardar lo propio, debe ser el fortalecer y propender por el tejido colectivo y social, pues sólo la fuerza de procesos articulados entre familias, líderes e investigadores podrá rendir frutos en un plazo justo, para que las comunidades se interesen y depositen su confianza en aquellas luchas. Así mismo es de vital importancia, el trabajo y acercamiento a los adultos mayores, reductos y guardianes de las primeras palabras y su ancestralidad; sólo a través de ellos podrán tener sentido incontables saberes y sabores, historias, oficios y prácticas culturales que nos remitan a uno o a muchos mundos que se resisten a ser olvidados, y reclaman nuevas generaciones para seguir significando el mundo y la existencia. Hay otras muchas razones para continuar fortaleciendo estas formas de lucha.
Finalmente no puede pasarse por alto, ese derecho innegociable a reconocer, coexistir y proteger todo aquello que se expresa en lo diverso, bien sea en el plano humano o en la misma naturaleza; ya atrás deben quedar los tiempos de sumisión, invisibilización, violencia y miedo.
*Jorge Miguel Cocom Pech, poeta maya. ** En lengua muisca (muysccubun) de Bogotá. ***Infografías elaboradas por: Diego Pinilla Murcia.
Comments